Hubiéramos preferido no tener que escribir esta entrada después de confirmarse la muerte de diez personas (además de al menos tres desaparecidos) tras la riada de Palma de Mallorca. Pero es indudable que otoño es la estación en la que más tormentas torrenciales se producen, ya sea por episodios de gota fría, ciclogénesis explosivas o demás fenómenos atmosféricos similares. De hecho, en estos meses se suelen contabilizar más de la mitad de las precipitaciones que se recogen en la zona del Levante español, según la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). El problema es que esas tormentas intermitentes, de desarrollo muy rápido, transforman cauces secos y rieras en peligrosos torrentes de agua. Así que no está de más explicar cómo se debe actuar si nos sorprende una riada dentro del coche, porque nadie sabe cuándo se puede ver en una situación de este tipo en la que tanto estrés se genera.

Como en cualquier otra situación de riesgo, desde la Dirección General de Tráfico (DGT), bomberos y expertos de Protección Civil recomiendan mantener la calma en primer lugar, aunque siendo conscientes en todo momento de que una riada es una circunstancia peligrosa y sorpresiva, en el sentido de que ni siquiera podemos ver si el agua ha podido socavar el terreno. Puede darse el caso de que por suerte, la riada no tenga la fuerza suficiente como para arrastrarnos y solo se trate de una avenida de agua que cruza la carretera de lado a lado y que, a priori, parezca inofensiva. Pero incluso en ese caso, no es recomendable cruzarla.

Hay que tener en cuenta que si el nivel del agua llega al eje de las ruedas, ya podría tener suficiente fuerza como para arrastrarnos. Ejemplificado con datos, un coche de ocasión convencional como un Volkswagen Golf o un Renault Megane sumergido 20 cm. a partir de los bajos desplaza 1,6 m³ de agua, que pesan 1.600 kg. Y, generalmente, 60 cm. de profundidad ya son suficientes como para ni siquiera poder abrir la puerta del vehículo para abandonarlo y para arrastrar a la mayoría de coches, salvo que se trate de todoterrenos con tracción a las cuatro ruedas y mayor altura hasta el suelo, que por tanto aguantan algo más de profundidad. Pero no nos engañemos, no mucha más.

El mejor consejo ante una riada es abandonar el coche

Abandonar el coche, lo prioritario en una riada

Vistas las consecuencias y la peligrosidad de este fenómeno, la mejor recomendación que te podemos dar si te ves sorprendido por una riada es abandonar el vehículo. Así lo aconsejan diversos estudios realizados en Estados Unidos, donde este tipo de sucesos en la temporada de huracanes son mucho más frecuentes, según los cuales más de la mitad de las víctimas de estas tragedias se ahogaron en el habitáculo de su coche, con la sensación equívoca de que dentro del coche estaban más seguros.

Así las cosas, suponiendo que hayamos tomado tarde la decisión de abandonar el coche, pero sí queramos hacerlo, toca ahora ver cómo hacerlo. Si podemos abrir la puerta, hacerlo y abandonar el coche por la parte menos expuesta a la corriente, siempre a favor de ella hasta buscar un punto seguro. Si no podemos abrir la puerta, intentar bajar la ventanilla es otra opción. Pero es probable que para entonces no tengamos corriente eléctrica, con lo cual la cosa se complica. En ese caso, buscar un objeto rígido para romper la ventanilla sería la siguiente opción. No está de más recordar que existen en el mercado martillos con punta de acero por un módico precio, similares a los que hay en autobuses, con los que romper el cristal en caso de emergencia.

¿Y si no podemos abrir la puerta, bajar la ventanilla o romperla? Pues habría que mantener la calma, esperar a que el coche se llene más de agua de la riada para que se iguale la presión y podamos abrir la puerta. Aunque suene a película, en la parte superior y antes de sumergirse el coche por completo, debe crearse una bolsa de aire de la que podemos tomar el oxígeno suficiente como para salir a la superficie. Pero teniendo siempre presente que nunca hay que luchar contra la corriente, solo nadar en la dirección de la misma rumbo hacia alguna casa o árbol en la que poder agarrarnos.