Nunca se cumple. Es algo que hemos admitido cuando compramos un coche (agravado si es nuevo encima) y es que el consumo homologado anunciado por el fabricante siempre sea menor que el consumo real. Se desconoce en qué perfectas condiciones se hacen las pruebas de los fabricantes, pero el caso es que la diferencia entre los litros que dice gastar determinado modelo nunca se corresponden con los que luego hacemos en la vida real. Y eso, claro está, conlleva un coste para nuestros bolsillos en forma de mayor consumo de combustible del que, en principio, habíamos previsto. ¿Cuánto? Pues los más puristas habrán hecho sus cálculos personales, pero un estudio de Transport & Environment (T&E) lo ha cuantificado: los españoles hemos pagado 12.000 millones de euros más entre 2000 y 2017 por el coste del combustible que hemos tenido que asumir por el consumo real frente al que se homologa en los test previos a la venta de los modelos.
El estudio, que ha analizado no solo el consumo real frente al oficial de los principales vehículos vendidos en el mercado europeo, sino también la cantidad de las emisiones, sostiene que en toda Europa el sobrecoste asciende a 149.600 millones de euros, de los cuales 23.400 se registraron solo en el año 2017. O, lo que es lo mismo, “la diferencia entre los test y el rendimiento en el mundo real se ha incrementado de un 9% en el año 2000 a un 42% en el año 2017“. Aun así, los españoles no salimos tan mal parados como otros “colegas” europeos. Porque según el reparto de sobrecoste por países (en el que lógicamente influye la cantidad total de vehículos en circulación), los alemanes son los que más han pagado por esta diferencia, 36.000 millones de euros, por delante de los británicos con 24.100 millones de euros, de los franceses que han sobrepagado 20.500 millones de euros e italianos, con 16.400 millones de euros.
Precisamente este es uno de los problemas que busca solucionar la entrada en vigor este sábado 1 de septiembre del nuevo protocolo WLTP, siglas en inglés de Procedimiento Mundial Armonizado para Ensayos de Vehículos Ligeros, que también afectará al etiquetado por tipo de combustible. Se trata de un nuevo método para medir el consumo y las emisiones de dióxido de carbono (CO²) de los vehículos teniendo en cuenta datos de conducción reales y que, se supone, va a dar datos que se correspondan más con la realidad de lo que ha sido hasta ahora. Sin embargo, desde Transport & Environment se sostiene que la introducción del nuevo protocolo, “más realista pero también en laboratorio, no servirá para reducir la diferencia entre el consumo real de los coches y el que se recoge en los ciclos de pruebas y de homologación”. De hecho, de introducir datos reales (los avances que dicen haber conseguido las marcas son calificados por T&E de “estafa”), significaría un ahorro de 54.000 millones de euros para los conductores en comparación con la propuesta actual de la CE.
En cuanto al otro problema analizado por el estudio, se sostiene que la introducción de un test de consumo real de las emisiones permitiría un ahorro de las mismas de 108 millones de toneladas hasta 2030. En los últimos 18 años, la manipulación en las pruebas de emisiones de dióxido de carbono (CO²) ha producido 264 millones de toneladas adicionales, lo que supone un poco más que las emisiones anuales de los Países Bajos. Y ello pese a reconocer que las emisiones medidas con el “obsoleto” ciclo de homologación NEDC -que será sustituido este sábado por el WLTP- han bajado un 31% desde el año 2000, mientras que dicha reducción en los consumos reales en carretera de los vehículos solo ha sido del 10%.
Fuente: Transport & Environment