Los SUV no paran de ganar terreno en el mercado y pocos fabricantes se resisten a ofrecer su propia propuesta en este sector. Audi o BMW, por ejemplo, son de las marcas que más apuestan por estos coches en Europa, mientras que Ford destierra todo lo que no sea SUV y pick up en Estados Unidos (a excepción, como ya se dijo, del Focus Active y el Mustang). Pero esto no es todo, pues Bentley lleva tiempo con un SUV de altísimo standing en el mercado, el Bentayga. Porsche lleva todavía más tiempo con el Cayenne. Jaguar puso en circulación el F-Pace. Incluso Maserati cuenta con un SUV, el Levante, Lamborghini ofrece el Urus y Ferrari tendrá el suyo propio como tarde en 2020. ¿alguien da más? El caso es que sí, que hay quien da más, pero muchísimo más. Rolls-Royce acaba de presentar su propuesta para el mercado SUV, un modelo de altísimo lujo, como cabe esperar de una marca como esta, que busca redefinir el concepto de crossover de lujo y representación. Se llama Rolls-Royce Cullinan, haciendo honor al diamante más grande jamás encontrado y de paso, dejando claro sus intenciones.
Rolls-Royce es una marca muy especial. Sus coches no siguen los mismos parámetros que los coches del resto de fabricantes. Aquí las normas son otras y cuestiones como las emisiones, el consumo de combustible o el coste de mantenimiento son de la menor importancia. En Rolls preocupa la opulencia, el lujo y el confort. Importa la potencia del motor, la capacidad de llevar a sus pasajeros envueltos en una atmósfera donde la vulgaridad está mal vista. Como ejemplo, el Rolls-Royce Sweptail del que ya hablamos.
Por eso, el Rolls-Royce Cullinan pesa 2.660 kilos en vacío (un SUV como el Porsche Cayenne o el Jaguar F Pace, pesa poco más de 2.000 kg), mide 5,34 metros de largo, 2,16 metros de ancho y 1,83 metros de alto y monta un enorme motor V12 de 6,75 litros con dos turbos capaz de rendir 571 CV y 850 Nm de par a 1.600 rpm. El consumo homologado por la marca es de 15 litros a los 100 kilómetros, su velocidad está limitada electrónicamente a 250 km/h y según la propia marca, se ha desarrollado para ofrecer un confort nunca visto en el sector.
Todo coche fabricado por Rolls-Royce, se ha desmarcado por un confort de marcha excepcional. Algo así como viajar en una alfombra mágica que al no tocar el suelo, no le afectan los rotos, los baches, las curvas ni los rasantes. Comodidad absoluta. En el caso del nuevo Cullinan, se emplea la plataforma del Rolls-Royce Phanton llamda ‘Architecture of Luxury’ (arquitectura del lujo) debidamente modificada y fabricada en aluminio. Esta plataforma monta la suspensión neumática Magic Carpet Ride de control electrónico, un sistema que se adapta automáticamente a la orografía y además, permite una distancia al suelo en 54 centímetros. Altura, por cierto, que se rebajará en cuatro centímetros automáticamente, cuando se quiera acceder al interior del vehículo.
Exteriormente es claramente un Rolls-Royce se mire por donde se mire, algo que también ocurre en su habitáculo. Se ha cuidado hasta el más mínimo detalle y se ofrecen dos posibilidades para el interior: unos asientos traseros con dos plazas o una banqueta corrida. Los asientos individuales están separados por una enorme consola central que cuenta con una pequeña nevera con dos copas y hueco para una botella de cava, los mandos para los reglajes eléctricos y un gran reposabrazos. A estas plazas se accede a través de unas puertas de apertura tipo ‘suicida’, es decir, que se abren al contrario de la marcha.
No hay precios todavía, pero barato, lo que se dice barato, no es.