Hace más de un año que saltó la noticia, Volkswagen había manipulado con un software sus motores diésel para que, en caso de pruebas de homologación, modificara sus parámetros de funcionamiento y poder superar las normativas medioambientales. Fue todo un “boom”, corrió como la pólvora extendiéndose por todos los lados y las repercusiones no tardaron en llegar. Estados Unidos le ha dado un “palo” al fabricante con una multa astronómica de 15.000 millones de dólares, le ha obligado a la recompra de unidades afectadas y no les deja vender motores diésel en su mercado.
Es algo que contrasta mucho con lo que ocurre en Europa, donde se resisten a imponer sanciones de importancia, cuando en nuestro mercado los coches afectados se acercan a los ocho millones de ejemplares, mientras que en Estados Unidos son “únicamente” medio millón aproximadamente. Situación que deja en evidencia a Europa y sus mecanismos de defensa de los consumidores, permitiendo que las grandes empresas campen a sus anchas. Por una parte hay que entender que Volkswagen es el mayor fabricante de automóviles del Viejo Continente con un altísimo número de empleados, un número aún más alto de trabajadores indirectos y con movimientos económicos de cantidades mareantes. El golpe recibido en Norteamérica está suponiendo un problema de dimensiones enormes y ha provocado la paralización de proyectos y el anuncio de cerca de 30.000 despidos de aquí a 2020. Es entendible, por una parte, que en Europa exista un poco de miedo a las repercusiones de interponer sanciones también aquí. Pero sólo entendible, no es justificable ni respetable.
Aun así, las cosas no han terminado para Volkswagen. Hace poco se supo que unos 100 millones de vehículos de la marca están afectados por un fallo de seguridad electrónica. Y a la importante suma que tendrán que afrontar en Estados Unidos, habrá que sumar otro poco más, en torno a otros 1.000 millones según aseguran fuentes cercanas a la negociación entre la compañía y las autoridades americanas. Un incremento que parece estar vinculado a ciertas reclamaciones referentes a los vehículos más grandes y de lujo de la marca y hasta se verá afectada la multinacional Bosch.
Volkswagen se hizo con 16.200 millones de euros (20.000 millones de dólares) para hacer frente a los costes de todo el tema del fraude, pero la multa y la recompra de coches americanos afectados sumió a la firma en números rojos, con pérdidas de hasta 1.600 millones de euros. Que Europa interpusiera sanciones contra ello supondría, con ocho millones de coches afectados, un coste que rondaría los 230.000 millones de euros, rozando los 315.000 millones a nivel mundial. Es una cifra inasumible para Volkswagen, que necesitaría los beneficios de nada menos que 30 años si se toma como referencia 2014, que fue un auténtico récord de ventas para los alemanes. Sirva como ejemplo, por si 30 años parecen pocos, que esos 300.000 millones de euros equivalen al PIB de países como Austria o Noruega y casi a un tercio del PIB de España.
Y ya que hablamos de Europa, hay cosas que comentar. Por ejemplo, se ha sancionado a España por no poner medidas al respecto, mientras que individualmente, se ha conseguido la segunda sentencia contra la marca por el “dieselgate“. El concesionario Amcars de SEAT, en Palma de Mallorca, ha sido condenado a pagar a una cliente 500 euros más intereses por fraude comercial. Dicha cliente pagó 11.000 euros por un SEAT Ibiza. De momento, en España predominan las sentencias favorables para la compañía y a todas las marcas relacionadas con ellos, pero en caso de una sanción como la estadounidense, a Volkswagen le costaría en nuestro país unos 19.500 millones de euros (cerca de 20.364 millones de dólares).
Todo esto son cosas que no dejan en ridículo frente a las acciones tomadas en América, donde la cifra de recompra de vehículos sigue creciendo día a día y donde los propietarios están poniendo bastante inventiva en cuanto a recuperar la inversión y “vengarse” del fabricante. Muchos de esos propietarios están entregando sus coches completamente desguazados, o casi. Volkswagen llegó a un acuerdo con el Gobierno de Estados Unidos en el que figuraba la recompra de coches afectados a quien lo solicitara, con el requisito para conseguir el reembolso, de que todos los coches deben funcionar con su motor original, pero no especificaron en qué estado debían estar las unidades.
Esa “laguna” ha provocado que muchos clientes entreguen sus coches casi desmontados; se quitan asientos, retrovisores, paragolpes, capot, calandra, puertas, aletas, equipo de audio y multimedia, faros y muchas cosas más, pero sin tocar lo más mínimo el motor. Un suceso que según afirman desde Jalopnik, está siendo un quebradero de cabeza para Volkswagen. Representantes de la empresa alemana están llamando a los clientes que entregan el coche así, para informarles que la recompra ha sido paralizada indefinidamente porque consideran que la desmantelación del vehículo “no está contemplada en la recompra”. Están estudiando qué opciones tienen.
Y esto mientras en España los modelos con motores TDi afectados por la estafa están siendo rechazados en la ITV tras el cambio de normativa llevado a cabo por Industria y la lentitud en la reparación de los motores. Vamos, que en España, además de no recibir una compensación por la estafa, no se puede circular con el coche porque no supera la ITV.